Su escuela fue el Circo de los Muchachos en Ourense. A los 8 años comenzó su primera gira por Europa y desde entonces ha viajado por todo el mundo con diferentes espectáculos. Es Jesús Silva (Ourense, 1962), creador, actor y director de El Circo de los Horrores. Silva fusiona como nadie el teatro, el circo contemporáneo y el cabaret en shows cargados a partes iguales de terror y de humor. En el año 2003 recibió el Premio Nacional de Circo y desde entonces se propuso darle una vuelta al circo tradicional creando un nuevo concepto de espectáculo. Así nació hace diez años el Circo de los Horrores.
– Después de toda una vida en el mundo del circo, cuéntanos ¿cómo fueron los comienzos?
– Empecé desde muy pequeño en el Circo de los Muchachos. Acróbata, cantante, bailarín… ahí me quedé prendado de los aplausos, de las luces, del circo, de 120 chavales en caravanas girando por el mundo… Paralelamente estaba estudiando porque mis padres decidieron que continuara mis estudios y empecé a compaginar porque teníamos profesores itinerantes. Con 18 años empecé en el Instituto de Teatro en Barcelona. Engañé a mi padre, le dije que me había matriculado en Derecho en Santiago, pero en realidad me preparé para superar unas pruebas de acceso muy complicadas. Allí hice cinco años de mimo, interpretación, escenografía, teatro, voz… y creé mi primer show Paxaros na testa. Paralelamente me hice cómico, clown, mimo… y giré con un montón de espectáculos de circo más tradicionales por todo el mundo.
– ¿Cómo recuerdas la Ciudad de los Muchachos?
– Lo recuerdo como un gigantesco juego. Me pareció una experiencia pedagógica, cultural y el mejor juguete que podía tener un niño de 8 años. Vivíamos sin el amparo de nuestros padres, nos auto gobernábamos, girábamos por el mundo… Una población de chavales entre 7 y 20 años, con muchísima energía, con muchísimas ganas, haciendo además un circo que era completamente distinto. Un circo mucho más protesta, con música en directo, con cantantes, con bailarines, muy renovado… Creo que el Padre Silva, mi tío, en su día se adelantó a su tiempo y por eso fue y creo que sigue siendo un eterno incomprendido. Por eso estoy tan enfadado con Galicia. Es una historia de amor y odio por no haber cuidado a los Muchachos, no haber cuidado toda su obra. El Padre Silva creo que ha sido una institución, un gran artista, escultor, pintor, director… que sentó las bases para hacer una gran escuela de circo, la Ciudad de los Muchachos, ahora desaparecida. Creo que Galicia nunca supo el tesoro que tenía el Padre Silva y hemos dejado que se disipara la única, en su momento, escuela de circo en España y una de las mejores del mundo. Pariendo espectáculos y trabajando en los grandes lugares, en el Madison Square Garden en Estados Unidos, en París, en Latinoamérica, Australia, China, Japón… El Circo de los Muchachos fue un espectáculo reconocidísimo en todo el mundo, mucho más que en España.
– ¿Y cuál es a día de hoy tu vinculación con Galicia?
– Casi ninguna, salvo que mi familia vive allí. Nunca se nos ha apoyado demasiado y como todo buen gallego he emigrado. Viví muchos años en Barcelona donde la Generalitat Catalana me apoyó, me ayudó y me empujó, a la cual le estoy agradecido, y finalmente, me he establecido en Madrid donde el Ministerio de Cultura tiene nuestro show muy reconocido, como uno de los shows más bestias, más brutales, con mejor acogida del público y con más proyección internacional, como es el Circo de los Horrores. Nosotros estamos apoyados y subvencionados por el Ministerio de Cultura. Pero mi historia con Galicia está abandonadísima, me siento un poco apátrida, es un poco triste, pero es la realidad, y lo tengo superado ya, con 55 años, y en un gran momento profesional que estoy viviendo. Estoy muy contento, pero cada vez que me acuerdo de Galicia lo siento como mi paraíso perdido.
– ¿Qué significa el circo para Jesús Silva?
– Para mí el circo sigue siendo el mayor espectáculo del mundo, quizás porque en él confluyen un montón de artes distintas. Hoy en día tienen cabida dentro del circo el teatro, la música, la danza, la ópera, la acrobacia… Parte de los secretos del éxito del Circo de los Horrores es haber fusionado el teatro, contando una historia, con el circo más contemporáneo, más fresco, más actual… con gente muy joven, con mucha proyección, que son cantantes, bailarines y tocan muchas tendencias, son artistas de circo muy completos. Y el gran secreto es también haberlo fusionado con esas gotas de humor ácido, grotesco, desternillante, como es el cabaret salvaje del que hacemos gala. Ese es el gran secreto y también, a la vez, haber fusionado humor y terror. Cuanto más acongojado está el espectador, más rápidamente fluye la risa como medio de escape. Ya que no podemos huir de nuestra butaca enseguida nos reímos.
– Eso mismo te quería preguntar, ¿cómo reacciona el público ante tus espectáculos?
– El público siempre termina igual, en pié y con bravos. Desde el minuto uno entra al trapo. El Circo de los Horrores hay que vivirlo, es una experiencia única, un espectáculo muy interactivo donde no buscamos meros espectadores, sino una parte activa, complementaria, un show. Tenemos unas críticas maravillosas y un público seguidor a muerte.
– ¿Cómo es el proceso creativo de unos espectáculos tan completos, tan impactantes?
– El Circo de los Horrores se creó como una trilogía que nació en el 2006 como lo que yo pensaba que el público necesitaba en ese momento, adrenalina pura y dura. El primer show se basaba un poco en los iconos de los personajes del mundo del terror, siempre como maestro de ceremonias Nosferatu que interpreto yo, pero es un Nosferatu de los años 20, de las películas en blanco y negro de terror, de las que yo estoy enamorado, no tanto del kétchup o de las películas digitales de hoy en día. Soy un enamorado del doctor Caligari, la Momia, Drácula… de las películas antiguas, en las que en un plató de 100 metros cuadrados transcurría toda la escena, sin cortes, escenas largas, y no como ahora, que está todo demasiado milimetrado.
El segundo show, Manicomio, nació hace seis años, porque yo pensaba que la sociedad española, sobre todo la juventud, necesitaba un poco de locura, de romper rutinas, veía a la gente demasiado aburrida, encasillada, descontenta… y tenía la sensación de que teníamos que volvernos un poco locos, romper con lo preestablecido.
El último show, Cabaret Maldito, se basa en los siete pecados capitales, y nació hace algo más de tres años. Notaba que lo que buscaba la gente era sexo, lujuria, fama, riqueza, poder… todo lo que el burro ser humano necesita y quiere (entre risas) y faltaba sexo, amor, caricias, tocarse, faltaba pecar… Intentamos convencer en Cabaret Maldito que todo el mundo se pase al lado oscuro, que todo el mundo venda su alma a Lucifer y, por favor, pequemos hasta reventar… no tenemos tanto tiempo en la Tierra como para desaprovecharlo. Por tanto, ¡pequemos mucho!
– Y el cuarto show, ¿llegará en 2018?
– El espectáculo nació como una trilogía y ahí se iba a quedar, pero con el exitazo que hemos tenido, seguimos con Apocalipsis. Lo que me estoy oliendo es que el planeta tiene un dolor terrible de barriga, inconformismos, disgustos, la política nos lleva por caminos terribles, estamos descontentos, el cambio climático, el mundo se va al carajo, desaparecen los animales, cada vez nos llevamos peor, las banderas tendrían que arder todas, las religiones se están mordiendo el cuello, el tiempo pasa y no nos ponemos de acuerdo, cada vez estamos más separados… eso es lo que planteo, eso es lo que yo estoy llamando Apocalipsis, es el día del juicio final. No sé qué van a heredar mis hijos y estoy preocupado. Creo que como todo buen ave fénix hay que reventar el planeta para volver a re-hacer los cimientos que creo que es lo que nos falla. Planteo un espacio orientado hacia una sociedad post-apocalíptica. La arena, el desierto, el Sol… quema las ciudades y plantea un escenario de casi 60 metros, con 100 personas en escena, coches y motos ardiendo… es muy Mad Max. Un terreno desértico con personajes con una imagen muy apocalíptica, vamos a jugar con los zombies, con el rock de los años 80 y por supuesto con el circo. ¡Y ya no doy más pistas que sino no vendréis a verlo!